El drama de la inmigración y las situaciones ridículas que lo propician

Vivir en Europa es un placer pero depende de para quién. Para Jasina, seudónimo de la mujer serbia que nos ha contado su historia, se ha convertido en toda una pesadilla. No puede más y se derrumba liberando la tensión acumulada durante meses. Ahora está mejor, más aliviada, ya lo ha soltado todo.

Llegó a Bruselas desde Belgrado con un visado de estudiante hace más de dos años. Ahora es una pianista de alto nivel con varias proposiciones de grandes orquestas europeas para trabajar. Pero a ella lo único que le interesa es casarse. Conoció a su novio en su Serbia natal cuando eran jóvenes y se enamoraron durante las cortas vacaciones en las que ella volvía a casa. Él, también de origen serbio, vive desde hace años en Francia. Allí tiene un buen empleo, se ha comprado una casa y está perfectamente integrado. Jasina decidió irse a vivir con él y unos meses después, se comprometieron. Y desde entonces, los problemas no han cesado.

En la comuna, el ayuntamiento francés, le exigió a Jasina residir en Francia para poder casarse, cosa que solo podía obtener si se casaba con un francés. Le recomendaron volver a Bruselas puesto que es en esta ciudad donde está inscrita como estudiante “extra-comunitario”. Hace cuatro meses que llegó a la capital de Europa y su visado ya ha caducado. En la comuna belga, le dijeron que en dos semanas tendría todos los papeles arreglados y podría volver a Francia; después, un mes más, luego dos más y ahora ha conseguido que le expliquen que existe un máximo de seis meses para los trámites. Mientras tanto, ha vuelto al conservatorio de Bruselas para no perder el tiempo. Allí ya ha completado con éxito otro master y consigue alumnos para impartir cursos de piano y así, ganar algo de dinero. Varios amigos, le dejan sus casas para poder vivir. Para no molestar, cambia de casa cada semana pero este ritmo de vida comienza a ser insoportable. Al no tener visado, no puede salir de Bélgica excepto para volver a Serbia. Tampoco puede trabajar, puesto que necesita el visado para poder aceptar un empleo. No quiere arriesgarse y volver a Francia por los controles en la frontera. “Yo no soy así” nos comenta resignada. “Quiero casarme legalmente. No quiero vivir de forma ilegal”. El peor momento lo vivió el viernes pasado, cuando volvía a casa del conservatorio. Un hombre la siguió durante unos metros. Ella echó mano de su paraguas para defenderse y aceleró el paso. En ese momento, una pareja de policías hacía la ronda en la acera de enfrente. Pensó en pedir auxilio pero entonces se dio cuenta de que ella es 'una ilegal'. No podía arriesgarse a ser expulsada. En ese mismo instante de duda, miró hacia atrás. El hombre se había percatado de la presencia de los dos policías y había dado media vuelta. Corrió a casa y lloró toda la noche preguntándose “¿qué habría pasado? Nadie se habría enterado”.

El Pais publica hoy que la UE “ofrecerá a los serbios acceso a territorio comunitario sin visado” pero esto no ocurrirá “mientras siga en libertad Ratko Mladic, en busca y captura por la matanza de Srebrenica”. Yugoslavia no pasa página y personas como Jasina, que vivió la guerra siendo una niña, se encuentran en el 'limbo' sin poder ir al cielo. Además, Europa hace un llamamiento a trabajadores más cualificados. Pero si siempre pone trabas nunca los conseguirá. Para trabajar necesitan papeles y para los papeles necesitan trabajar o casarse con un europeo. Mientras, Jasina seguirá esperando por sus papeles porque simplemente, no puede hacer otra cosa.

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