Para que veáis que no sólo se tiene por qué hablar de Europa o de las políticas y actuaciones de la Unión en este blog, os dejo un momento en la lavandería de una española en Bélgica. Qué lo disfrutéis.
Quizás el lugar más sociológico del mundo sea una lavandería. Desde que lo descubrí, también he encontrado una nueva forma de analizar a la gente que me rodea. De hecho, no tienes otra cosa que hacer excepto esperar que tu lavadora se acabe. Mucho tiempo para mirar y que te miren. A lo mejor te ocurre algo excepcional y te vuelves a casa pensando en ¡qué curioso lo que me ha pasado hoy en la lavandería! Aunque lo único que sea curioso es, enseñar el funcionamiento de la secadora a una pobre ancianita que ya no puede ni apretar el botón de encendido. Otras veces, las máquinas se vuelven contra sus creadores, los pobres humanos, que no consiguen comprar una moneda (vulgarmente llamada token o jetón, según el país) porque las instrucciones son extremadamente complicadas o porque consigues jetones para la secadora cuando en realidad quieres poner la lavadora. Salvando las distancias con las nuevas tecnologías, lo que importa es la gente que llega a estos lugares tan necesarios. Muchos extranjeros que no pueden pagarse su propia lavadora ni mucho menos una secadora. Ves a rubios altos y con el pelo rapado que llevan cazadoras de semicuero. Ves a gente de color que hablan deferentes lenguas con trajes coloridos y llamativos que probablemente laven en el programa delicado. Ves a estudiantes fácilmente reconocibles, porque entran con la cabeza "gachá", como evitando ser reconocidos porque parece que es una vergüenza lavar la ropa. Ves y oyes a gente que hablan tú misma lengua y que son tan extranjeros como tú y que, por eso, les ves y les oyes, porque tú también necesitas lavar la ropa. En ocasiones, te encuentras que todo eso se mezcla y que unos hablan con todos sobre el tiempo que tarda la lavadora o lo que llueve hoy. Lo más curioso que puedo contar hasta la fecha es, como enseñar a obtener un jetón a un señor africano y como él me dio las gracias, creo, saltando y gritando ¡Uka, mins, muna!. En fin, lo de menos es la lengua en la que te hablen sino contribuir a mantener este lugar, rico para los sociólogos, en un lugar de respeto ¡sin olvidar los fines domésticos!.
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